Estos días en Enlazando Culturas de CIC-Batá tuve la oportunidad de conocer a Carmen Dorotea Quizphe Vacacela. Es de Saraguro, Ecuador y es de orígen Kichwa. Con ella tuve la oportunidad de ir a ver la mezquita de Córdoba, que era la ciudad del encuentro. Paseando por la mezquita fuimos hablando de la expulsión de los Musulmanes y los Judíos, de como se habla de eso como una expulsión cuando fue una colonización de Castilla y los reyes católicos igual que lo que le pasó a su pueblo. A ambos nos impresionaba ver como la arquitectura de la mezquita desprendía paz y armonía, pero esa paz y armonía se rompían de repente por los elementos cristianos incrustados a la fuerza representando la colonización y el poder cristiano.

Paseando y paseando por la mezquita vimos una puerta y entramos. Era la sala del oro y la plata. Muchos objetos litúrgicos, algunos colosales y otros pequeños, se mostraban detrás de vitrinas. Carmen miró lo que había a su alrededor. Cargada de una paciencia de 500 años como es ella, suspiró y dijo con su voz dulce salpicada de pena “¡Ahí está mi cerro!” Aquella cosa de oro y plata tenía un cartelito que decía: 1795. No dudó un momento que estaba contemplando el resultado del expolio y exterminio de tantos de sus pueblos. Sabía que eso que había ahí le pertenece más que a la mezquita, más que a la Iglesia.

Hoy es 12 de octubre. Castilla y sus territorios conquistados, que hoy forman el estado Español, siguen celebrando en lugar de pedir perdón por el genocidio más grande de la historia de la humanidad y el expolio de tanta riqueza de América, tanta riqueza estúpidamente derrochada. Cada año que pasa así, El estado español se miente a si mismo y continúa la vida en su propio engaño perpetuando su colonialismo y eso…  Eso es de lo peor que puede hacerse a si mismo un pueblo.